jueves, 5 de junio de 2025

Hogar: una huella invisible



Es curioso como cada casa tiene su olor único e inconfundible, que la caracteriza. Es una mezcla entre el aroma de las personas que la habitan, de los alimentos que cocinan y los productos de limpieza que utilizan. 

Pero creo que hay algo más profundo, casi invisible: un perfume íntimo que parece emanar del propio ADN de sus habitantes.

Si eres lo suficientemente sensible y eres capaz de percibirlo notarás que ninguna casa huele igual, es algo parecido a las huellas dactilares, que nadie tiene la misma. Pues esto es igual, como una huella dactilar olfativa e irrepetible.

A veces incluso basta con un soplo de ese aroma y podrías ser capaz de reconocer "ese olor" en cualquier parte del mundo y saber exactamente a quién pertenece. 

El Olor a Casa Yaya, por ejemplo, es una mezcla reconfortante a ropa limpia, sus deliciosos guisos y su perfume particular. O el de la Casa de mi Amiga la Brujita, que flota entre incienso, Palo Santo y el suave rastro del pelaje de sus gatos.

Pensar en ello me despierta una sensación muy bonita, como esa que aparece cuando vuelves a casa tras pasar mucho tiempo fuera. Abres la puerta, respiras hondo y piensas: " huele a Casa, a Mi casa"..

Qué fortuna y privilegio es tener un sitio al que regresar. Un lugar al que, serena y en paz puedes llamar Hogar.

jueves, 27 de febrero de 2025

La fragilidad de la vida



No puedo evitar pensar en la fragilidad de la vida. Somos tan efímeros… Siempre creemos que tenemos más tiempo, que somos para siempre, pero no..    

Sin embargo, nuestro recuerdo sí permanece, porque somos la huella que dejamos en los demás. Y eso, de algún modo, nos hace inmortales, Eternos.

Estas reflexiones me llevan siempre a pensar en mi abuelo. Él, consciente de que está más cerca del final de su camino, medita mucho sobre la vida y la muerte. Gran parte de sus amigos ya no están, y lo noto en su mirada, en sus palabras, en la forma en que observa el mundo y absorbe lo que lee. Pero, sinceramente, yo también lo pienso. Y últimamente, más que nunca.

De un tiempo a esta parte, han partido personas cercanas, queridas, esenciales en mi vida ( ya sean amigos, conocidos o artistas que han condicionado mi vida). Algunos demasiado jóvenes… Y ahora sé, con más claridad que nunca, que no hace falta estar al final del camino para comprender la fugacidad de todo. Nadie está exento de la incertidumbre, de lo inesperado. Te puede pasar a ti, me puede pasar a mí. Somos un Todo.




Por eso, ahora es el momento de vivir sin reservas, de no quedarse con las ganas de nada. De disfrutar el presente, valorar cada instante y reír con ganas de las nimiedades del día a día. Quejarnos menos, preocuparnos lo justo y abrazar con más fuerza lo que tenemos In Situ. Y si hay que llorar, ¡pues lloremos con intensidad!, pero sin quedarnos atrapados en la tristeza. Somos nuestro auténtico y único salvador y jamás nos dejaremos hundir. Porque la vida sigue, y nosotros con ella.

¡Es hora de despertar!, estar presentes y saborear cada experiencia como si fuéramos a morir mañana. Al final, lo único seguro es el Ahora.