jueves, 27 de febrero de 2025

La fragilidad de la vida



No puedo evitar pensar en la fragilidad de la vida. Somos tan efímeros… Siempre creemos que tenemos más tiempo, que somos para siempre, pero no..    

Sin embargo, nuestro recuerdo sí permanece, porque somos la huella que dejamos en los demás. Y eso, de algún modo, nos hace inmortales, Eternos.

Estas reflexiones me llevan siempre a pensar en mi abuelo. Él, consciente de que está más cerca del final de su camino, medita mucho sobre la vida y la muerte. Gran parte de sus amigos ya no están, y lo noto en su mirada, en sus palabras, en la forma en que observa el mundo y absorbe lo que lee. Pero, sinceramente, yo también lo pienso. Y últimamente, más que nunca.

De un tiempo a esta parte, han partido personas cercanas, queridas, esenciales en mi vida ( ya sean amigos, conocidos o artistas que han condicionado mi vida). Algunos demasiado jóvenes… Y ahora sé, con más claridad que nunca, que no hace falta estar al final del camino para comprender la fugacidad de todo. Nadie está exento de la incertidumbre, de lo inesperado. Te puede pasar a ti, me puede pasar a mí. Somos un Todo.




Por eso, ahora es el momento de vivir sin reservas, de no quedarse con las ganas de nada. De disfrutar el presente, valorar cada instante y reír con ganas de las nimiedades del día a día. Quejarnos menos, preocuparnos lo justo y abrazar con más fuerza lo que tenemos In Situ. Y si hay que llorar, ¡pues lloremos con intensidad!, pero sin quedarnos atrapados en la tristeza. Somos nuestro auténtico y único salvador y jamás nos dejaremos hundir. Porque la vida sigue, y nosotros con ella.

¡Es hora de despertar!, estar presentes y saborear cada experiencia como si fuéramos a morir mañana. Al final, lo único seguro es el Ahora.