Es curioso como cada casa tiene su olor único e inconfundible, que la caracteriza. Es una mezcla entre el aroma de las personas que la habitan, de los alimentos que cocinan y los productos de limpieza que utilizan.
Pero creo que hay algo más profundo, casi invisible: un perfume íntimo que parece emanar del propio ADN de sus habitantes.
Si eres lo suficientemente sensible y eres capaz de percibirlo notarás que ninguna casa huele igual, es algo parecido a las huellas dactilares, que nadie tiene la misma. Pues esto es igual, como una huella dactilar olfativa e irrepetible.
A veces incluso basta con un soplo de ese aroma y podrías ser capaz de reconocer "ese olor" en cualquier parte del mundo y saber exactamente a quién pertenece.
El Olor a Casa Yaya, por ejemplo, es una mezcla reconfortante a ropa limpia, sus deliciosos guisos y su perfume particular. O el de la Casa de mi Amiga la Brujita, que flota entre incienso, Palo Santo y el suave rastro del pelaje de sus gatos.
Pensar en ello me despierta una sensación muy bonita, como esa que aparece cuando vuelves a casa tras pasar mucho tiempo fuera. Abres la puerta, respiras hondo y piensas: " huele a Casa, a Mi casa"..
Qué fortuna y privilegio es tener un sitio al que regresar. Un lugar al que, serena y en paz puedes llamar Hogar.